CASA TRES ORIFICIOS

La Casa está ubicada en el Barrio Los Quebrachos, al noreste de la ciudad de San Luis, Argentina, en una zona de expansión residencial que combina entornos naturales con nuevas urbanizaciones. El lote posee orientación hacia el este y una vegetación autóctona que condicionó desde el inicio la implantación del proyecto.

La vivienda fue concebida como residencia permanente para una familia joven conformada por una pareja y sus dos hijos pequeños. Desde el inicio del proceso de diseño, existieron requerimientos muy claros y específicos por parte de los comitentes. El más significativo, tanto por su impacto espacial como por su dimensión simbólica, fue la necesidad de contar con un gran espacio para reunirse, compartir y habitar en comunidad. La familia no deseaba un quincho tradicional como espacio anexo en su primera etapa, sino una propuesta más integrada: una galería flexible que pueda funcionar como extensión directa del estar, comedor, cocina, eliminando las barreras entre interior y exterior. Este espacio debía ser capaz de abrirse completamente para integrarse con el entorno, pero también cerrarse para garantizar confort climático y seguridad.

Otro de los lineamientos fundamentales fue el bajo consumo energético, promoviendo una arquitectura pasiva. La orientación norte fue una premisa innegociable para captar la mayor cantidad de luz y calor solar durante el invierno, generando un ahorro energético sustancial y un mayor confort ambiental.
Uno de los ejes conceptuales del proyecto es la flexibilidad funcional y temporal. Se optó por una lógica modular, tanto en el planteo estructural como en el programa. La planta baja se diseñó como un gran espacio social, libre de divisiones permanentes, que articula las funciones diarias en una atmósfera abierta, continua y permeable al paisaje. En contraposición, la planta alta se reserva para el descanso y el estudio: un ámbito más privado y silencioso. Una de las premisas del diseño fue la necesidad de generar una separación entre el dormitorio principal y los cuartos de los niños, sin romper la lógica de unidad espacial. Para resolverlo, se diseñó un puente en la planta alta, que funciona como conector y a la vez como elemento de transición, articulando las dos alas privadas a través de una doble altura central. Esta decisión no solo potencia la espacialidad, sino que permite una mayor independencia sin perder la relación visual y sonora con la planta baja.